viernes, 9 de octubre de 2009

Fantasía del billón

Su vida no tenía otro sentido que la de tener un billón.
Poseedor de una oratoria superdotada y de un carácter contagioso hacia la superación de todas las dificultades, no tardó en escalar en política hasta llegar a la presidencia del país.
En sus primeros años, ayudado por algunos otros intrigantes –los cuales se contentaban con unos miles de millones-, disolvió el ejército haciéndose pacifista, expulsó cualquier residuo de religión -convenciendo al pueblo con su ciencia de la oratoria de su inutilidad- y proclamó al pueblo de que a cada cual le correspondía ser libres de sus actos interpretando en base de la libertad moral de cada uno, educándolos –propagandísticamente- en una ética del civismo, hasta casi disolver la policía. Ahorró mucho dinero sin esos estamentos.
En sus últimos años se dedicó a eliminar a cualquier empresa, aceptando tratos con otros países para el traslado de multinacionales y contentando al pequeño empresario con un gran monopolio del cual salían todos beneficiados. También reunió a todos los banqueros, asociándolos en un solo banco, aumentando sus ganancias.
Cuando juntó todo el dinero del país y robó todas las cifras virtuales del banco, mandó –con un solo e-mail- el dinero a una isla, y se fue.
El pueblo, sin dinero, sin religión, sin políticos, sin ejército ni bancos ni empresas y con la conciencia social tranquila gracias a la nueva ética implantada –subliminalmente- de ayudar a sus semejantes, renació.

2 comentarios:

Tereza dijo...

Para poder construir, a veces hay que destruir.
Saludos

Seña dijo...

Un microrelato que me recuerda al realismo mágico, no se el porqué.

Cada vez escribes mejor.


Un saludo.