martes, 25 de noviembre de 2008

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Morir de pena

Quién no ha pensado alguna vez en su vida que se iba a morir de pena, ahí, acurrucado como una tortuga en su caparazón de músculos y esqueleto. En el fondo importa poco el motivo, que una mujer te haya hecho añicos el corazón o que hayas fracasado en el intento de escribir una novela, lo que está claro es que se puede morir de pena.
Yo, una vez, casi me muero de pena, por entonces yo tenía 10 años y mi única pasión era coleccionar cromos de la liga de fútbol profesional. Recuerdo saberme las alineaciones completas: Busquets, Lopetegui, Sergi, Abelardo, Ferrer… Buyo, Cañizares, Chendo, Sanchis, Lasa… Y andar regateando con los amigos en busca de los cromos más difíciles: Celades, Idiakez, Craioveanu… Nadie en la pandilla tenía los cromos que yo tenía, nadie que yo conociera podía decir que le faltaban cinco cromos para completar el álbum. Pero un día mi álbum desapareció. Me lo habían robado y estaba claro que ya no lo volvería a ver. Sentí mucha tristeza por primera vez en mi vida y creí que nada era posible, que no se podía salir de los malos momentos. Pero pasó el tiempo y llegó otro año, otra liga de fútbol profesional. Jamás fui capaz de volver a coleccionar cromos.

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