domingo, 1 de febrero de 2009

brightblack morning light

Son más de las seis y Marta no ha vuelto. Hoy no la he visto en todo el día. Se ha levantado antes que yo y se ha ido a correr en ayunas. Me he ido antes de que volviera porque Suso se quedó tirado en la autopista ayer y, hasta que le arreglen el coche, solo tenemos el mío para visitar a todos los clientes, los suyos y los míos. No damos abasto. Por eso no sé en qué momento Marta ha apagado su móvil. Hoy hemos visto a trece clientes en total. Seis suyos y siete míos. Ni hemos parado a comer. Somos un buen equipo. Aunque estos últimos meses estamos poniendo bastante de nuestro bolsillo, la verdad. Suso está seguro de que pronto levantaremos cabeza. Estamos trabajando muy duro, me dice, ten paciencia, ya verás. Yo no lo tengo tan claro. Y él lo sabe. A Suso no puedo esconderle nada. Son ya tantos años que me conoce al milímetro. No quiere que esté triste, dice que pierdo mi gancho y eso es malo para el negocio. Cuida de que esté bien. Pero en menos de una hora va a ver que no estoy bien, que no he dormido nada. Lo sabrá antes de entrar al coche. Porque aunque quiera, no podré esconderme. Me dará igual esconderme. Entre nosotros no acepto el disimulo. Sería estúpido. Por eso tendré los ojos puestos en la carretera o en el buzón del vecino y no le diré nada. Entonces ni acabará de entrar. Querrá conducir él, por si voy borracho, y no me dejará salir del coche en todo el día hasta que le cuente lo que ha pasado esta vez. Pero no quiero ir a trabajar. No quiero tener que disimular todo el día. Hoy no puedo ponerme máscaras. No lo soportaría. Quiero estar aquí, esperando a que Marta cruce la puerta y nos encontremos de nuevo. Eso lo cambiará todo. Lo sé. Cuando suceden cosas tan importantes, deberíamos tener el día libre. Así, estaríamos más cerca de nosotros mismos y podríamos entregarnos a ese hecho en cuerpo y alma. Pero Marta sigue sin dar señales de vida y en un rato tendré que ir a por Suso. Tendré que explicarle que no va a volver. Que me ha dado por perdido. Me dirá que le de las llaves y me traerá a casa, como si lo viera. Pero tiene que entender que si él visita a mis clientes solo, o yo a los suyos, nunca será lo mismo. Es lo que tiene conectar con alguien. Lo hemos hablado cientos de veces. Y él sabe que ahora no podemos permitirnos el lujo de la experimentación. Entonces, Marta vendrá y verá que no hay nadie. Que seguimos inmersos en este desencuentro.

No hay comentarios: