jueves, 18 de junio de 2009

Aunque la mosca recorra la habitación con total libertad, pronto se dará cuenta de que ésta tiene un espacio que la limita, y siempre vendrá un olor a estiércol desde el exterior que la atraiga y verá, a través de la cristalera sucia y distorsionada, la realidad y un espacio ilimitado. Y como ve el camino con sus muchos ojos, intentará seguirlo, pero una fuerza desconocida e invisible la detendrá. Y ella, como es insistente, volverá a probar muchas veces, hasta deslomarse. Probablemente, alguien ocupe esa habitación, y le facilitaría mucho las cosas a la mosca que abriera el ventanal, pero la opción de dejarla libre es infinitamente menos divertida que la de reírse a carcajadas ante tan inútil insistencia.

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