Imaginemos por un momento el desierto. El desierto es suave, se puede danzar libremente y cantar una canción. Por lo tanto, podemos empezar nuestro viaje. Ahora estamos predispuestos a salir a la calle, pasar por delante de cualquier lugar y atravesarlo sin estar realmente en él. Sí, a nuestro alrededor han deambulado cientos de personas, pero ninguna de ellas ha quedado realmente en nosotros. Han sido fantasmas. Sí, solamente eso. De todo ello, lo que más nos ha impresionado ha sido nuestro cuerpo, ha andado, ha pedaleado sobre el asfalto, pero verdaderamente no hemos sentido nada, tal vez un ligero picor por la rugosidad de una piedra en la planta de un zapato. Nada más que eso. Lo demás ha estado en nuestros ojos. Los ojos lo han visto casi todo. Han querido atraparlo todo. A veces los ojos se han vuelto hacia dentro. Y claro, hemos estado dentro, sin poder salir afuera. Todo ahí se ha vuelto un placer. Saber que ahí dentro se es libre sin tener que salir afuera. Seguro que así se sienten los osos en las cuevas. Libres de ser vistos. Pues, eso, hoy he bailado tanto sobre el desierto que creo que jamás saldré de él. Se está ahí tan bien.
jueves, 11 de junio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario