lunes, 23 de noviembre de 2009

DEJAR DE SOPLAR

A la semana siguiente el lobo volvió. Se había comprado un traje en el corte inglés, estrenaba manicura y olía a after shave. Cogió aire y llamó al timbre de casa. El cerdito trabajador le abrió la sólida puerta de roble encajada en la pared de obra. Ambos se sentaron en la mesa del comedor mientras los puercos perezosos jugaban a la play.
—¿Has traido las nóminas?—Le preguntó el Lobo.
—Sólo las de los últimos tres meses—Le contestó el cerdito-paleta.
—Suficiente—Replicó.
Abrió el maletín y preparó los documentos.En cuanto el cochinito estampó su rúbrica el lobo desgarró el traje de oferta, enseñó los colmillos y orinó en la pata de la mesa. Los tres hermanos gruñeron aterrorizados al ver el tipo de interés.—

De: Joan Tort

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