martes, 16 de diciembre de 2008

2ª Parte de Al sur del sur

Segundo día

Me fastidiaba no ser capaz de despertarme para despedirla, pero joder, es que madrugaba un montón. Perfecto desayuno…, tres cafés y tres pitillos. Al salir a la calle una mujer de culo considerable y zapatillas de paño, con la puntera rota por donde se le veía el dedo gordo del pie, me dio los buenos días
-Buenos días
-Buenos días señora. Perdone…
-¿Si?
-¿Sabe como podría encontrar al dueño de una casa del pueblo?
-Pues- miró hacia el cielo y se pasó la mano por el mentón- Deberías ir al ayuntamiento y preguntar allí.
Sabía donde estaba el ayuntamiento por lo que no le pregunté nada más.
-Gracias.
-De nada hijo.
El suelo del ayuntamiento era de mármol. El techo abovedado y la pared, hasta su mitad, lucía unos coloridos azulejos árabes. Al comienzo del pasillo por donde se accedía a las diferentes oficinas, había una mujer sentada tras una mesa de los años de María Castaña. Me dirigí a ella y en un tono respetuoso le pregunté dónde…, bueno, ya saben lo que le pregunté. Muy amablemente me contestó que debía acudir al registro de propiedades pero que con las pocas indicaciones que le había dado, creía difícil que pudieran ayudarme. Me despedí de ella y salí a la calle.
El edificio del registro no tenía la solemnidad del ayuntamiento. Era un edificio más moderno. No había nadie en la entrada. Me aventuré por sus pasillos hasta encontrar una habitación en cuyo interior un hombre orondo y calvo se afanaba en colocar libros sobre una estantería que amenazaba con venirse debajo de un momento a otro. De nuevo hice mi pregunta. Guardó silencio unos segundos antes de responderme
-Creo que sé que casa me dice
Abandonó la habitación. Yo le seguí caminando a su lado
-Esa casa pertenecía al viejo Martín. Era un hombre sin familia, o eso creo recordar. Ahora hemos informatizado todos los datos- dijo mientras se sentaba frente a un ordenador- Ahora es todo mucho más fácil
-Si es todo más fácil ¿Por qué el hombre no ha vuelto a llegar a la luna?- No sé porque le hice esa pregunta…, pero a veces se me escapan comentarios de este tipo, no lo puedo evitar
-No lo sé muchacho- me contestó haciendo una mueca extraña
Tecleó a una velocidad endiablada
-Ya está
Presionó intro
-Mira- dijo señalando el nombre que aparecía en pantalla. No podía creer lo que mis ojos veían. Todavía confuso, estreché la mano del funcionario y salí

Yo conocí a Nema en otro lugar. Sabía su historia. Su padre fue destinado a este pueblo cuando ella tenía siete años. No recuerdo durante cuanto tiempo, solo sé que volvió con veintiuno y ya se quedó aquí. Le encanta esta parte del sur. Pero nunca le había oído hablar del viejo Martín y mucho menos de la herencia. Me dio por pensar que era posible que desconociera que era propietaria de aquella casa. En cierta manera me alegré, pues era consciente de que nunca podría haberla comprado y mucho menos adecentarla. Esa mañana no paseé. Me dejé caer en la silla de un bar y me distraje durante horas leyendo un libro, me encanta leer. Esperaba que saliera del trabajo para descubrir si sabía algo de la casa, me intrigaba hasta tal punto de no entender nada de las cien páginas que leí.
-¿Estas cansada?
-Ufff…, un poco. Hoy fue un lío
-Bueno, ya terminó
-¿Y tú? ¿Qué hiciste?
-Nada, pasé toda la mañana sentado aquí leyendo. Hoy te invito yo a comer
-Vale
-Oye Nema ¿Quién era el viejo Martín?
Nema me miró sorprendida por la pregunta
-¿Quién te habló de Martín?
-Un hombre con el que hablé esta mañana. Me dijo que tenía una casa en las afueras del pueblo
-¡Que recuerdos!
Me explicó quién fue. Resulta que el primer año que destinaron a su padre a este pueblo vivieron un par de meses en la casa de Martín, que también hacía las veces de fonda, antes de que llegara el turismo de masas. Hicieron amistad con él. Sus padres la dejaban al cuidado de él cuando debían salir. El viejo le cogió cariño y de las palabras de Nema se desprendía que era recíproco.
-…Pero recuerdo que enfermó al poco tiempo de habernos marchado a una casa que mi padre consiguió cerca de la playa. Fuimos a verlo todos los días, hasta que murió. Yo tenía solamente siete años, pero si cierro los ojos todavía puedo ver su cara, arrugada como un pergamino, sobre todo cuando reía, cosa que hacía casi todo el tiempo. Era una de esas personas buenas.
No la dejé terminar
-¿Y que pasó después?
-¿Después?
-Sí, después de que muriera ¿Quién se quedó con el hotel?
-No lo recuerdo. No he vuelto a ir por allí. Antes pasaba una carretera que conducía a las ruinas romanas pero hicieron otra más directa y quedó abandonada, como la casa. Además esa zona fue declarada parque natural, muy pocos viven ahora por allí.
Nema calló y entristeció como un viaje, que diría el poeta. No hablamos, durante unos largos minutos permanecimos ensimismados viendo el ir y venir de la gente paseando por la plaza.
-Nema- le dije sin dejar de mirar a un niño pequeño que corría tras una pelota- ¿No tenía hijos ni mujer?
-Creo recordar que no. Martín era un hombre solitario, no tenía mucha relación con la gente del pueblo, era algo así…, algo parecido al abuelo de Heidi
-¿Tenía barba blanca y una cabra que se llamaba copito de nieve?
-¡No tonto! Me refiero a otra cosa. Había algo oscuro en su pasado, pero nunca supimos que era…, pero ¿por qué tanto interés por Martín?
-¿Yo?..., por nada, solo que me aburro y ya sabes lo cotilla que soy.

Toda la tarde estuve pensando, una idea no dejaba de darme vueltas en la cabeza. Le quedaban muy bien los pantalones a Nema, perdonen, no era esa la idea, pero a veces me distraigo, eso y que realmente le sientan genial…
Por la noche me emborraché, ya saben como es esto. Uno comienza con una cerveza, a eso le sumas una noche agradable y una conversación animada…Cuando me di cuenta todo giraba a mi alrededor. Con ayuda de Nema conseguí llegar hasta la cama, les aseguro que antes de caer en ella, estaba dormido, y es que ese día, fue un día de fuertes emociones.

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