jueves, 22 de enero de 2009

RIDÍCULO EL MALDITISMO

Ridículo el malditismo.

Pero caray, tampoco las noches perdidas me son ajenas.

Ni el coraje desmesurado, ni el vómito en la alfombra,

el monumento y la ruina.

He ido y he vuelto y, pese a que el paisaje no siempre ha sido propicio,

celebro haberme detenido en el detalle.

Comprender el valor de la improvisación,

y que a menudo ésta no es tal, me ha hecho sudar lo indecible.

He aparcado el protocolo en un arcón bajo llave,

y por ello he visto pasar de largo muchos trenes.

Acaso de ahí provenga mi tendencia a la andadura más descuidada.

Como el transeúnte que a su suerte va abandonando

todas y cada una de las piedras del camino

hasta que ante sus ojos queda sólo un infinito precipicio,

hoy trato de saltar.

Me pregunto qué opinaría Jung de todo esto, y río estúpidamente.

¿Madurez errática? ¿Algún trauma preconsciente?

Lástima, en todo caso, que el viejo ande ocupado criando malvas.

Así que, en su ausencia,

lanzo la última piedra a un lugar sin determinar:

claudicación o resistencia obstinada, sólo los versos

-que tal día como hoy me salvan la vida una vez más-

habrán de decirlo algún día.

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