y es plata de tus ojos.
Todo lo que nace, muta,
gira, habita, acaba aquí,
en esta sombra inmaterial
cuyo último recodo
es un abismo involuntario.
No sabe si fue el hombre
o un dios salvaje
quien creó esta ciudad a su manera.
Mira las palomas de asfalto,
las colillas desparramadas como caracoles sordomudos
en las aceras lúgubres machacadas de ansiedad.
Ya solo le queda el “nosotros”
que sobrevive somnoliento y acurrucado
en la parada del metro,

de brillo mate y que no parpadea
ante los transeúntes solitarios
y los alcohólicos desorientados
por los letreros luminosos.
1 comentario:
Es lo mismo que pienso yo cuando voy en el metro ;-)
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