sábado, 30 de mayo de 2009

LA VIDA DE UN PERRO

Esta historia va de un perro de esos mimados y cuidados por viejas pesadas, operadas, adineradas, con complejo de madre frustrada y que peina y decora al pobre perro con coletas, peinados estrafalarios y collares de colores claros afeminados y les hablan como si fueran bebés, con caras y muecas y onomatopeyas pueriles que si fuera un hijo lo que hubiera tenido más seguro le hubiera salido atravesado o se hubiera suicidado. No sabe la mujer que un perro es pequeño pero el tamaño no dice la edad, igual el perro ya está para el retiro y la vieja lo trata como un recién parido, más quisiera el perro que la vieja hubiera parido no estaría dándole la plasta.
Ya de por sí la raza del perro no le daba mucha masculinidad perruna, Yorkshire peludo y bigotudo y aún por encima dos trenzas y con goma rosa, seguro que tiene que agachar la cabeza por la calle –seguro- por las risas caninas que no sabemos si se ríen o babean o están tristes o quieren oler un culo sólo podemos saber por el rabo según el movimiento –habrá especialistas para ello-.
Pues salían de paseo, momento glorioso para el Yorkshire porque no tiene que aguantar a la vieja pesada y puede interaccionar con la realidad y mear y cagar y correr. Se acercan perros de su misma condición peinada y acicalada porque el parque era exclusivo para viejas de ese estatus y corren los perros grandes, pequeños, medianos pero todos muy afeminados y moviendo el rabo y olisqueando. Qué se dirán. Uno que hoy comió una lata de alimento concentrado con trufas y atún todo muy rico, ya se huele el aliento, y para incrementar el tufo le chupa el culo a cuantos se acercan, otro más existencialista se queja de su mala suerte como juguete de niños salvajes y adinerados –los hay- que le tira del rabo y quema los bigotes sin ninguna lástima y nuestro protagonista que le tocó el gordo con la vieja acomplejada que no la aguantan ni las viejas de su misma especie y mismo médico cirujano, la evitan pero como tiene dinero la aguantan y cacarean y pelotean.
Mueve el rabo ahora el perro Yorkshire aprovecha que tiene media hora para vivir y rodearse de allegados y contar penas o festivales. Pero llega el momento de irse para casa con la vieja agarrándole para que no toque el suelo infectado de gérmenes y se muere de asco el perrillo más de la ayuda que de oler el suelo vivo, para él muerto desde arriba. Y llega a casa y come y bebe pero después tiene que pasar otro día más con lujos y mimos –puag- que un perro es perro pero tiene sentimientos y náuseas y duerme hoy para mañana salir de nuevo, bucle infinito de media hora de vida veintitrés de muerte.
Al día siguiente igual habla con sus ya conocidos y aprovecha que se giran las viejas y echa a correr con sus patitas cortas hacia una esquina que ya tenía vigilada como única escapatoria a una vida menos ñoña, instinto de descubrimiento desaprovechado, los otro perros corren detrás de él, juego nuevo piensan pero no es un juego es la vida, que el animal quiere huir y ver el mundo que él tiene reducido a un parque y un piso, ni a coches se acercó y no sabe que es ese olor nauseabundo a gasolina pero dejar que el pobre perro lo descubra por sí mismo que para eso tiene ojos y nariz y orejas. Los otros perros lo delatan, jauría de perros amariconados que sólo saben lo que es juego y seguro que sus dueños los llevan a fincas y a playas y tienen otros olores que aspirar y limpiar las fosas, pero el pobre las tiene muertas con olor a laca de la vieja, lejía del criado, comidas embutidas en latas y pestes todas ellos artificiales sin naturaleza.
Y así como el perro corre y corren los perros juguetones, ahora se dan cuenta las viejas que corren hacia el perro como gallinas cacareando, mezcla de gritos agudos, otros de fumar una vida entera, pero que todo junto es el infierno de nuestro amigo del que quiere escapar pero sabe que no puede y ya lo agarran. Ni le pegan sólo gritos si aun pudiera sentir un poco de dolor pero ni ese gusto le da la vieja que se lo lleva para casa avergonzada por el número que le hizo el perrito que no lo había hecho nunca y sofoco y las otras viejas que sabe que hablan de ellos pero la señora va a casa y vuelta a empezar.
Pero tranquilos porque el perro ya sabe que su vida está ya toda descubierta y limitada, que ya con la raza que nació no tenía más huevos que aguantar la mano que le da de comer y disfrutar de ese permiso penitenciario para igual algún día huir y poder morir pero con algo descubierto y sensaciones buenas o malas pero nuevas que también tienen instinto y saben que el día que huela la gasolina igual es su último día y no huele más. Fin del relato pero su fin lo tiene que buscar él, que ni la decisión de morir le dejan y al autor le da tanta pena matarlo como seguir contando su vida igual el perro se busca una eutanasia con el bote de lejía, igual se acostumbra a esta vida, igual otro intento de fuga, igual hay segunda parte, igual el autor lo alarga con otras ideas. Todo da igual.

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