domingo, 28 de junio de 2009

La figura era cierta

La figura era cierta. La mujer había levantado la cabeza acercándose lentamente al sol, y de repente había respirado hacía adentro buscando una porción de segundo que le pareciese suya. La miró mientras iba de camino a su trabajo y le pareció que había descubierto algo. ¿Qué había detrás de aquello? No había nada más que eso, una mujer intentando ser feliz con una porción de naturaleza. Qué él la mirase y se diese cuenta de que algo distinto pasaba en esos momentos, en realidad no cambiaba las cosas; luego ella descubriría que su momento iba a terminar y ahora tendría que enfrentarse a los problemas de la vida cotidiana. Pero en realidad sí había algo detrás de aquella anécdota, la sensación de que aquello no se extinguía en el momento, sino que se prolongaba más allá de la pura acción.
Salió a la calle después de trabajar y se acercó lentamente al sol. No quería que se le escapase ni un detallé y recordó el momento precedente para calcarlo. Levantó poco a poco la cabeza, empezó a abrir sus fosas nasales, respiró y sintió el sol abrasivo sobre su piel. Quería que fuese mágico y por eso sonrió -la sonrisa ayuda a despejar la mente como una copita de vino. Y se creyó dueño de ese momento.
¿Qué podría pasar después? Realmente después no pasaría nada. Todo había sido ese momento y aquel en el cual la figura perfecta empezaba a dirigirse a su verdadero Dios.

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