martes, 6 de enero de 2009

CELOS


Nunca me acostumbraré. Recibimos el aviso y en escasos cinco minutos llegamos al domicilio de la pareja. Ya llevo cinco años patrullando las calles y sabía lo que encontraríamos. La puerta estaba abierta, sin duda había sido forzada violentamente. Nos identificamos, pero nadie en la casa nos respondió. Desenfundamos y atravesamos el pasillo hacia la sala donde se veía luz. Tragué saliva, como preparándome para lo que pudiéramos encontrar, ya le digo que en cinco años de servicio he visto casi de todo. Apartamos los muebles que nos impedían entrar en la estancia. Aunque quizás esperaba algo peor, la escena me sobrecogió. Estaba hecha un ovillo sobre sí misma, en una de las esquinas. Tenía los pelos alborotados y una herida en la cara de la que no dejaba de manar sangre. Se estremeció cuando puse mi mano sobre su hombro y le dije que no tenía de qué preocuparse, que ya estaba segura. Me miró y, se lo digo a usted, me conozco y sé que jamás se me olvidará esa expresión de su rostro. El marido lloraba sentado en el suelo, a escasos pasos de ella. Se llevaba las manos a la cara y apretaba los puños. Cuando mi compañero lo agarró para intentar esposarlo lanzó un grito, la mujer que había conseguido levantarse con mi ayuda chilló y a continuación se desmayó cayendo sobre mis brazos
Créame lo que le digo, me casé enamorada, no, no enamorada, me casé loca por ese hombre, que al final resultó no ser como yo pensaba, o sí, pero nunca quise ver como era en realidad, vete tú a saber si es verdad lo que dice la gente, eso de que el amor es ciego, solo sé, que cuando me miraba, al principio, cuando aun éramos novios, sentía que el corazón se me paraba, que al aire que respiraba le costaba llenar mis pulmones, y que las mejillas se me encendían como si tuviera cuarenta de fiebre. No, no recuerdo nada, todo es una maraña dentro de mi cabeza, no sé si nunca le ha ocurrido a usted, esos momentos en los que uno vive su vida en tercera persona, un desdoblamiento en el que uno mira lo que su otro yo hace, pero en realidad eres tú, y lo sabes, y quieres parar, pero no puedes porque es más fuerte... Luego todo cambia, un día te levantas, miras a tu alrededor y te das cuenta que la vida que llevas no es la que realmente deseabas, pero te consuela pensar que a todos le sucede lo mismo, a tus padres, a tus amigas, a tus vecinos, y aguantas, sí, aguantas, la primera vez te dices a ti misma, que bueno, que quizás tenía un mal día, que quizás tú eres la culpable. No puedo pararlo, nace dentro de mí y poco a poco se apodera de todo mi cuerpo, a veces, solo a veces consigo aplacarlo, otras veces lo rumio en la boca, como hacen los animales, intento deshacerlo, pero es inútil, una chispa, que digo una chispa, ya ardo cuando la veo y cualquier motivo es suficiente. Siempre le decía que se tranquilizara, que no tenía de qué preocuparse, que solo le quería a él, pero nada, pretendía que no hablara con nadie, no sé, mil veces intenté comprenderle, pero nunca lo conseguí, porque nunca, jamás, hice nada que se me pudiera reprochar, me hacía cada vez más y más pequeña hasta casi dejar de oír mi propia voz, mire, no puedo dejar de temblar desde que sucedió la primera vez, puede que todo sea culpa mía, pero que digo, eso es lo que él quiere, que me culpe, que me sienta una mierda. La primera palabra, el primer chillido y ya no soy yo, o eso quiero pensar, tengo miedo a perderla, el terror a que todo lo que pienso sea cierto, aunque en el fondo sepa que no, ella me lo dice, que no tengo nada de que preocuparme, si me pudiera calmar, si todo el mal que llevo dentro pudiera salir por un suspiro, pero no, todo sucede al contrario, entonces viene el primer puñetazo, la sangre, los gritos, y tú te ciegas, quiero cambiar, cambiaré, ayúdeme por favor.
El doctor Ocaña me mandó analizar una muestra de sangre, algo rutinario, no tenía que buscar nada en concreto, así es que cuando descubrí un embarazo me apresuré en comunicárselo, le pregunté el por qué de la cara larga que puso, ya que siempre es una buena noticia, entonces me contó la historia… Pero no lo conseguirá, no conseguirá acabar con mi vida, no, no se lo permitiré, lucharé, es posible que no lo haga por mí, que lo haga por la niña que nace dentro de mí, no se lo merece, ni yo tampoco, no lo merezco, quería una vida tranquila con alguien a quién querer, créame, solo deseaba eso.

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