lunes, 12 de enero de 2009

Fantasma


Agnese es la mujer que yo quiero. Pero yo estoy muerto y solo puedo verla una vez al año cuando bajo a visitar a la gente que quiero. Normalmente la gente no se asusta. Dan por sentado que una vez al año bajaré y pasarán cosas extrañas, como la pérdida de unas llaves o el plato vacío que antes estaba lleno. De toda la gente que visito, mis amigos son los mejores, los más fáciles de asustar. Basta con pasarles la mano por la nuca, para que ellos se espanten, se acurruquen y empiecen a fumar cigarrillos, uno detrás de otro. Alguna vez he intentado hablar con ellos, explicarles porque desaparecí de esa forma tan extraña, sin decir adiós, tan sólo con un súbito salto al vacío y pata pum. Pero no me entienden. Ahora hablo un lenguaje que ni yo mismo comprendo.
Mi familia es otro caso. Desde que desparecí tienen una vela bajo mi foto, y una rosa amarilla que no acaba de pudrirse. Ellos no se explican por qué. Piensan que se trata de un milagro y si dura así la cosa acabarán por llevar el asunto a la misma Roma. Una vez me comuniqué con mi madre, bastó con soplarle al oído. No sé porqué pero supo que estaba allí. No lo dudó ni un segundo. Supongo que es porque ella cree. Aunque esté engañada. Dios no existe. Es una maldita metáfora. Otro caso es mi padre. Podría cantarle al oído. Podría aparecer mi imagen en el ordenador, que no se inmutaría. No creería que soy yo. Pensaría que se trata de una coincidencia. Algo normal. Todo en la vida para él son encuentros casuales.
Pero yo quería hablaros de Agnese. La mujer que yo quiero. Nunca he intentado comunicarme con ella. No sabría que decirle. Por eso me dedico a verla. Paso horas y horas viendo como duerme, todos los años y una horas detrás de otra. Hasta ahora Agnese ha querido dormir siempre sola. No sé qué haría si un hombre la acompañase. Quizás intentaría asustarle. No sé por qué, pero no quiero que Agnese duerma con nadie.
Cuando Agnese duerme intento saber en qué sueña. Dicen que si te acercas un poco y pones tu oído cerca de alguien escuchas una vocecita que va te contando el cuento. El primer año, después de mi muerte, al verla lloré mucho y me acerqué a su oído. Su cuerpo temblaba como si estuviese poseída. Al principio no escuchaba nada y pensé que Agnese estaba simplemente acostaba sobre el mar, esperando alguna cosa. Más tarde oí mi voz. Era mi voz la que la llamaba. La que le decía que yo aún estaba vivo, que no había saltado al vacío, que todo había sido un mal sueño, una fábula invertida. Ya saben. Entonces Agnese despertó y miro alrededor para comprobar que estaba allí, que aún estaba vivo. Durante un momento lo pensó y creyó verme, allí, a su lado. Pero luego, volvió acostarse. Desde entonces no he vuelto a acercarme a su oído.

1 comentario:

jb dijo...

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